Por Manuel Medrano M2
“Cuando se muere un periodista, tenemos que acudir a la mendicidad porque no contamos con garantías ni protección laboral. La gran mayoría son enemigos de la unidad gremial y de la lucha por nuestros derechos como trabajadores. Mucho menos se solidarizan con los demás oprimidos y explotados. Ojalá los golpes nos enseñen el camino antes de que sea demasiado tarde.” — Gabriel Narváez Vergara
El propósito de un periodista es informar con transparencia y seriedad. Investigar temas álgidos de interés público es una labor crucial en una sociedad democrática. Por eso, su trabajo merece respeto y reconocimiento. El periodismo no solo implica comunicar noticias por radio, televisión o redes sociales; también exige capacidad crítica, opinión fundamentada, entrevistas rigurosas y reportajes a fondo sobre personalidades de la política, el deporte, la cultura o los líderes populares.
El periodista es, sin duda, una figura valiosa para el tejido social. Sin embargo, pocas veces se le reconoce en su real dimensión, a menos que alcance la categoría de “estrella” como Gabriel García Márquez, Juan Gossaín o Yamid Amat. La mayoría son trabajadores apasionados que, desde el anonimato, ejercen con compromiso su labor.

En la Colombia tropical, un día un grupo de senadores propuso declarar que el periodismo no era una profesión sino un oficio. Paradójicamente, las universidades continúan entregando diplomas de periodistas y comunicadores, que luego deben enfrentarse a un país donde los medios están concentrados en manos del capital privado. En la actualidad, tras más de 200 años de historia, cuando un presidente de izquierda llega al poder, muchos medios se convierten en opositores recalcitrantes, olvidando la esencia del periodismo: servir a la verdad y a la ciudadanía.
Tal es la situación que el Presidente y sus asesores se han visto obligados a acudir a la televisión pública y a las redes sociales para informar sobre su gestión, compromisos y reformas. Algunas de esas reformas, como la laboral —que buscaba recuperar derechos conquistados por los trabajadores— ya han sido hundidas en el Congreso. No olvidemos que el expresidente Álvaro Uribe Vélez, de un solo plumazo, eliminó varios beneficios del Código Sustantivo del Trabajo en favor del empresariado.

En la provincia, ser periodista es aún más desafiante. En ciudades como Sincelejo, el periodista debe ser emprendedor, crear su propio noticiero, vender su publicidad y, muchas veces, depender de la pauta oficial para sobrevivir. Por eso, el colega Gabriel Narváez tiene razón en sus palabras. Como líder del Colegio Nacional de Periodistas seccional Sincelejo, junto con el presidente Manuel Morón, debería convocar una gran asamblea para fortalecer el gremio y proponer soluciones concretas.
¿Cómo es posible que los periodistas en Sincelejo ni siquiera cuenten con seguros funerarios?

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